Scooby Doo

 

En su bolsita Chanel modelo Timeless color palo de rosa, para algunos, y rosa pastel, según otros, carga lo indispensable: una miniatura de La Vie est Belle de Lancôme que, para ella, tenía un aroma cautivante y no hostigante. También lleva la foto de un amor pasado que le recordaba la poca humanidad que le quedaba, como bien le había dicho algún día: 'Tendrás mi corazón aun cuando a ti te falte'. En la imagen se podía ver un joven posando orgulloso en la cubierta de una embarcación. Pero como sucede en todas las historias de dos, no se entendieron y cada uno tomó un rumbo por separado. Uno para bien y el otro, bueno, el otro era millonario. Aprendió a andar en sus Valentino como si no tuviera prisa y se sintiera cómoda, como cuando se dedicaba a comer hamburguesas y frituras en las habitaciones de los hoteles mientras hacía las famosas prank calls o leía a Alejandra Pizarnik y demás poetas suicidas contemporáneos. A lo que realmente no se acostumbró fue a los vestidos, al menos no a ese negro off shoulders con falda corte de lápiz, perteneciente a la última colección de Zuhair Murad. La ropa entallada nunca fue lo suyo y peor aún cuando está a punto de meterse entre un torbellino de personas apuradas. Además, los pliegues en la alfombra no le ayudan demasiado. El clima afuera del Met no es el mejor porque es verano y desde que comenzó el cambio climático y los constantes anuncios apocalípticos en los cielos rojizos, todos los seres vivos tenían la sensación de desmayarse si pasaban más de quince minutos bajo los rayos del sol.A pesar de que ya es tarde y la enorme estrella debería estar guardándose para exterminar a la humanidad al día siguiente, sigue iluminando y provocando desasosiego entre los pobres terrícolas. Ella no tiene más remedio que continuar con su irremediable destino, no porque estuviera escrito, sino porque así lo había elegido. En un mundo en el que el calor calentaba todo menos los corazones, le tocó elegir entre la supervivencia y el servicio, y tuvo que venderse para asegurar su futuro. Intentó subir las escaleras al estilo de Hepburn o de Loren, pero era tan incómodo. No terminaba de acostumbrarse a ese estilo de vida. Hubiera sido más fácil ser escort en Europa.

-Daphne Ann Blake- le confirma el hostess en un inglés mal masticado que, si hubiera tenido una infancia normal sin largas jornadas de trabajo desde pequeño que lo volvieron somnoliento y cabizbajo, sabría que lo que acaba de repetir es el nombre de uno de los personajes de la caricatura favorita de la mujer y que ella no es una modelo invitada, aunque luzca como tal.

Minutos después ella está parada entre la multitud, que ovaciona a los cantantes de ópera y se prepara para recibir al gran Facianelli, sobrino del ganador del Premio Nobel de Literatura, quien está a punto de morir, pero no lo sabe, como casi todos, excepto los agonizantes. Dentro de la bolsita Chanel modelo Timeless color palo de rosa, para algunos, y rosa pastel, según otros, también hay una North American calibre 22 magnum con puños de nogal. Su iPhone 20 Pro vibra para anunciarle que acaba de recibir una transferencia por 500 mil dólares a su cuenta. El resto lo recibirá después.

Facianelli se sienta y empieza a tocar una melodía en el piano, que le suena familiar, aunque la verdad es que en los oídos de ella retumba la canción 'The drowned girl' de Bowie mientras apunta desde su sitio estratégicamente escondido. Está ansiosa por regresar a su cuarto porque ya sabe que va a ordenar de cenar: chaow mein y pollo kung pao.

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